martes, 26 de junio de 2012

Arquitectura democrática? Quizá no

Democracia.
Si, como no.
Lo cual no quiere decir que todos podamos elegir todo.
Cada cuatro años elegimos a alguien que nos organice la vida sin tener que molestarnos más. Sin embargo, todos los días queremos influir en cada una de las decisiones que puedan llevarse a cabo arquitectónica y urbanísticamente en nuestra ciudad. Ah, y luego la selección. Queremos ser el seleccionador nacional, claro. Y el médico que recete a nuestro vecino. Y el abogado que aconseje a nuestro conocido.
Viene al caso por dos cuestiones:
1.- El caso general de que los concursos de arquitectura sean "votables", "elegibles"  por la ciudadanía, tal y como ya ha sucedido con determinados concursos fuera de nuestro pais.
2.-El caso particular del centro Botín en Santander, que ha levantado bastante revuelo en la ciudad y del que incluso se ha realizado un blog en el que, se narran las multiples debacles urbanísticas que se van a producir con su construcción, con tan mala fortuna que sus foto montajes hacen desear que se construya lo antes posible.


Tan mal elegidos están para sus propósitos que viendo las comparativas, se diría que los ha realizado el propio Renzo Piano, arquitecto del invento para promocionar su edificio.
Y es que si se construyera tal cual aparece, mejoraría y mucho la vista del frente marino de la ciudad, preservando las zonas de edificios verdaderamente protegibles, y adecuando una zona que hoy en día no sirve para el ciudadano, sino más bien es una zona residual en un lugar emblemático de la ciudad.

Nota del arquitectador: Solo es mi opinión, obviamente, pero es que quiza no podemos hacer de cada una de nuestras opiniones, cátedras de materias que no dominamos para constituirlas en movimientos ciudadanos, plataformas anti-algo y levantamientos iracundos. Claro que habría otras soluciones. Pero sinceramente, si hoy se construyera el Guggenheim, seguro estoy de que habría aún más plataformas que lo rechazarían de plano. Menos mal que ya está construido.

lunes, 18 de junio de 2012

Tras la crisis algo queda

Pensamos, pues humanos somos, que todo lo que sucedió antes que nosotros, hubiese sido mejor resuelto con nuestra presencia, con nuestros conocimientos y cometemos una y otra vez el pecado de la soberbia, adornado con más o menos mesura de una gran ignorancia.
Insisto: una y otra vez.
Viene al caso porque he pasado, como es frecuente, el fin de semana en Almagro, ciudad manchega que debe sus portadas emblemáticas y sus fachadas clásicas a la quiebra del estado y al eco que resonaba en las arcas de Carlos V, tras las guerras de Flandes y la imposibilidad de devolver sus créditos a los banqueros alemanes.
Aquellos que como única forma de recuperar sus préstamos, se asentaron en Almagro al recibir la concesión minera de Almadén.
Portadas de Almagro

A partir de ahí, en una situación tan similar a la actual que hace estremecer, tres quiebras del estado sucesivas a lo largo de 150 años y finalmente una quiebra de los prestamistas, resuelven el asunto con el cambio de negocio de los Fugger, los Wesel, los Xedler...reconvertidos en empresarios textiles, agrícolas...en fin, la ruina de un estado y la cesión de sus recursos a otros, que finalmente también resultan estrangulados económicamente y tras unos centenares de años, dando manotazos de ahogado, sucumben y desaparecen del lugar.
No he podido resistir la reflexión en estos momentos en los que pretendemos que de la noche a la mañana la situación que vivimos pueda resolverse, para recordar, que Zamora no se tomó en una hora, que la ciudad de Almagro, con sus maravillosas calles encaladas y sus escudos de piedra importados, con sus patios manchegos y sus claustros platerescos no fueron construidos ni abandonados de un día para otro.
Dibujo hecho en mis paseos por Almagro

Y sin embargo, tu que me lees, no sabías probablemente nada de esta historia que te cuento, pero conocías las fachadas almagreñas, sabías de sus clásicos paseos, de su gusto por las blondas y el teatro, de su plaza centenaria y de su siempre teatral ambiente, desde su corral de comedias hasta su festival clásico.
Y es que el día que esto se resuelva, quizá no estemos aquí. Pero alguien habrá, pues la vida permanece, y esos restos de arquitectura que ahora miramos con desdén pues son el recuerdo de una época de años locos, permanecerán de una forma u otra al modo de las fachadas clásicas de Almagro, que sin duda arruinaron a más de uno en su época, aquellos que a buen seguro deambularon por la plaza de Almagro, como yo tantas veces, rumiando sus problemas, sumando y restando maravedíes.
Y quizá, solo quizá, dentro de unos pocos cientos de años, alguien vuelva a escribir un post así, en vaya usted a saber que medio digital, para conmemorar está misma crisis y hablar de algún viejo edificio que hoy está recién hecho.
Nota del arquitectador: Lo sé, lo sé, pero estoy un tanto melancólico y la arquitectura y la crisis no siempre van a dar un post espectacular digno de un premio. Por otra parte, ver este fin de semana las tablas de Daimiel, pletóricas de agua, habiendo creido firmemente en su desaparición hace no mucho me hace pensar que por más que nos empeñemos, la belleza y la vida nos superará, lenta y pertinaz, haciendo que cualquier desgracia de hoy, pase a ser solo un estrato geológico del mañana. Maravilloso.
Nota del arquitectador (...y II): Quizá era el momento de recordar que algunas de nuestras más sonadas suspensiones de pagos estatales se las debemos a un monarca...alemán. Ahí queda eso, como si no nos bastásemos solitos para gastar a manos llenas.

martes, 5 de junio de 2012

Botijos y abanicos


Este año, he decidido no encender el aire acondicionado. No más de lo imprescindible. En mi caso basta con no subir a la buhardilla, donde tengo el despacho, y bajarme el portatil a la planta de abajo, refrescar la casa por las mañanas, mantener las persianas bajadas en las horas de calor y asumir que se puede trabajar a 22º si se bebe agua fresquita.


Esto me recuerda un post que ha escrito mi socio Jose Manuel Zaragoza, ahí queda eso:


"En la ingente cantidad de articulos que leo sobre sostenibilidad arquitectónica, alabando las bondades de esta o aquella estrategia bioclimática, o lo innovador de algún aislamiento, que si estrategias pasivas, etc, etc etc, no encuentro ninguno sobre como enseñar al personal a usar los espacios donde viven o trabajan, cosas tan sencillas como que tener una temperatura de 28ºC en invierno en una biblioteca es una barbaridad ( ¿donde han quedado esas rebecas y jerseys?), o que tener el aire acondicionado a 18ºC en verano es de locos.
Parece que hemos olvidado que somos mamiferos, y que podemos regular nuestra temperatura independientemente de nuestro entorno. Es decir que podemos pasar un poquito de frío y un poquito de calor sin que eso nos suponga mayor problema, no hay nada de malo en beber y sudar en verano, en las cosas más divertidas de la vida se suda.
Nos hemos creido que esos edificios de ambiente cerrado sin ventanas (glassbox) son lo mejor para nuestro confort, esos edifcios donde no entra ni sale nada, donde el pedo que se tiro Director General de la Compañía de turno, el día de la inauguración, entró en el circuito de climatización del edificio y sigue recirculando eternamente en el mismo, eso si filtrado una y otra vez en las unidades de tratamiento de aire.

Habría que hacerle recordar a la gente eso de abrir las ventanas en verano, cerrar las habitaciones que no se usan, poner las persianas y toldos para evitar el sol, ponerse un jersey dentro de casa en invierno, o refrescarse bebiendo en verano.
Sin duda, a medida que vaya subiendo el precio de la energía, que subirá y mucho, ya  tomaremos conciencia de ahorrar en la luz, y luego si nos sobra tiempo pensaremos en colocar ese cojoaislamiento remoderno hecho a partir de fuego valiryo en el próximo edificio a proyectar…."


Nota del arquitectador: Reivindico desde aquí el abanico, el botijo y si me apuráis la zarzaparrilla, hoy llamada Coca cola, (bueno, parecido), aunque por supuesto puedes ser tecnológicamente agresivo y utilizar ventiladores y una estrategia de apertura y cierre de ventanas, lo más de lo más oiga.