jueves, 18 de octubre de 2012

Imagenes

Hace unos días, un amigo publicaba una comparativa entre un cultivo biológico al microscopio y una fotografía aérea del urbanismo de Delhi.
A la izqda un cultivo biológico, a la derecha, un barrio de Delhi, en la India en vista aérea.
Este argumento, como tantos otros que buscan sin cesar los estudiantes de arquitectura para imaginar similitudes e hilos conductores que justifiquen sus soluciones es tan simple, tan rotundo, que roza la genialidad. Por eso se busca una y otra vez.
Hablaba en post anteriores de la buena arquitectura y en como se reconoce casi al instante cuando el que la presencia, se deja envolver por ella.
Os traigo hoy, un ejemplo más de lo que para mí es simplemente una genialidad, una de esas obras que suceden una vez cada muchos años y que elevan a su creador a lo que es sin duda Le corbusier, el Corbu para los amigos: único.
Fachada de la iglesia de Ronchamp. Le corbusier
Y viene todo ello por otra imagen de similitudes que todos tenemos en la retina y que el Corbu, supo ver y materializar como nadie. Algo que ya hacíamos desde tiempos inmemoriales en vertical y que él supo llevar la horizontal para colocar en fachada, la imagen de los patios que ya teníamos en cubiertas.
Arriba una imagen del urbanismo de una ciudad europea, abajo la fachada de Ronchamp vista desde el interior de la iglesia y sus huecos (patios horizontales) dejando pasar la luz.
Nota del arquitectador: Hasta el Corbu, tiene obras que no son geniales, no creáis que he caído en la mitomanía, pero oye a Niemeyer lo que es de Dios y al Corbu lo que es del Corbu. Y como lo que es genial no hay por que no utilizarlo a Tuñon y Mansilla lo que es suyo:
Fachada auditorio de Leon. Mansilla y Tuñon. Tuve la suerte de hacer una obra con ellos, cosa que el Corbu, no puede decir.

domingo, 14 de octubre de 2012

Minihistorias y construcción (I)

He tenido la suerte de conocer en las obras, personajes excepcionales en los últimos veinte años.
Siempre - mis allegados lo sufren con estoica paciencia- refiero como aquel ferralla-filósofo, de nombre Arcadio, con el que tenía largas conversaciones en busqueda del ungüento amarillo que arreglase el mundo y pertinaz desobediente a la hora de ponerse el casco, me decía mientras se lo ponía de mala gana al recordárselo yo:
-¿Cascos? ¿cascos?....armas, Miguel, armas y munición es lo que necesitamos.
El abuelo cebolleta, siempre supe que yo acabaría así.

En una ocasión, mi compañera Virginia, entró pálida en la caseta con un libro de un filósofo alemán que soltó sobre mi mesa como si quemase, diciéndome con irónia: "lo he encontrado en la obra". Finalmente, a ultima hora de la tarde, un muchacho joven, un escayolista entró en la caseta para ver si habíamos encontrado un libro.
-...mmm, no sé, voy a ver - le dije, mientras hurgaba distraídamente en las estanterías donde reposaban, planos, papeles desordenados y carpetas polvorientas- ¿de que autor?
-De Schopenhauer-me dijo.
Le miré fijamente, abrí el cajón de mi escritorio y le ofrecí el libro. El chico dio las gracias y se marchó y aún hoy, me pregunto que habrá sido de él.


En aquella misma obra, en la que yo actuaba como jefe de obra y a la que llegue a mitad del proceso como nuevo contratado en la empresa, pues mi antecesor se había despedido, los problemas con la arquitecta de la dirección facultativa habían sido frecuentes. El segundo día de visita y tras tratar algún que otro problemilla que venía de atrás y que conseguimos resolver, la arquitecta, le preguntó a mí jefe, delante mío, donde me habían encontrado:
-Por un anuncio en la farola* - me adelante.
Me miró, se echo a reír y no volvimos a tener problemas en toda la obra. No más de los normales, quiero decir.

Aquella obra dio para mucho. Una mañana, el encargado de los albañiles entró furibundo en la caseta agitando los brazos por que la ayudante de obra, mi secuaz, una muchacha de apenas veinte años, le había mandado a tomar por donde amargan los pepinos en mitad del patio, donde todo el mundo pudo oírla bien. Me costo media mañana calmar los ánimos  Ahora puede parecer mentira, pero hasta hace no mucho, el que una mujer entrase a una obra a dar ordenes era para muchos comulgar con hogazas de ocho kilos. Tanto más si era una veinteañera. En numerosas ocasiones me vino muy bien el carácter de la chica, que hoy, además de buena amiga, es una gran profesional de la construcción. Cierto que no debió decirlo así, pero también es verdad que gracias a que lo dijo un día, no necesito decirlo nunca más.

En otra ocasión, siendo yo ayudante de obra, el jefe de obra con el que trabajaba recibio a uno de los subcontratistas que venía -como siempre- a intentar subir sus precios pues afirmaba perder dinero. Mi jefe, un hombre grandote y bonachon como él solo, se levantó, miró por la ventana de la caseta y le pregunto al otro, un albaceteño rojizo y pachon:
-Oye, ese Mercedes de ahí, el que has dejado en mi plaza, pedazo de cabrón, es tuyo, verdad?
Y le echó de la caseta con cajas destempladas.

En esa obra, teníamos un administrativo borrachín al que nos habían enviado en castigo para que el jefe supremo no lo viese más (palabras textuales) y cuando había visita de la alta jerarquía teníamos que esconderlo y no dejar que se fuese al bar y volviese dando tumbos. Le habían ofrecido una terapia desintoxicadora en una clínica especializada pagada por la empresa. No quiso pues decía que allí le iban a cambiar la sangre.

(continuará.....)




*La farola es una publicación que suelen vender mendigos y gente necesitada en semáforos o a la puerta de los centros comerciales.

viernes, 12 de octubre de 2012

Políticamente intolerable. Socialmente útil

Los solares.
Esos vacíos urbanos, que durante meses o años se ocultan tras una valla o incluso se muestran impúdicamente al ciudadano, ofreciendo una imagen cada día mas deteriorada. Sin limpieza periódica, sin uso, sin aprovechamiento social, como un tumor en la ciudad.
Actuación  urbana en Zaragoza

Pertenezco a un barrio en el que los solares, han constituido una constante urbana. Poco o nada se ha hecho con ellos salvo cuando el beneficio económico estaba más que claro.
Leo en otros blogs de arquitectura y urbanismo, actuaciones que de alguna manera, intentan sacar del ostracismo, la suciedad y la falta de aprovechamiento social, partes del territorio, que como solares que son, forman parte ya de la trama de la ciudad y me llama especialmente la atención que en estos intentos de actuaciones se es especialmente respetuoso, no hay más que ver una de las premisas básicas para poder llevarlas a cabo:


"..Se gestionó con los propietarios los permisos de intervención en los solares, como una cesión gratuita para su uso público transitorio con un mínimo de 12 meses. Así, cualquier intervención que se realizase debía ser reversible...."

Lo cual, me parece muy bien. No vayamos a estas alturas a poner en duda el valor sacrosanto de la propiedad privada. Esto sería políticamente intolerable. 
Pero me pregunto: ¿No es también un valor la utilidad social de ese solar cuando no está vacío  ¿se puede permitir tener un solar sin una aplicación del mismo durante años? ¿es licito que surjan problemas urbanos como consecuencia de la falta de espacios públicos, jardines, parques, aparcamientos y existan partes del territorio incrustadas en la ciudad que no se utilicen durante años o décadas?
Cuando estuve en NY me impactó como se utilizaban solares de enorme valor económico en el centro de Manhattan para aparcamiento de coches. No es sin duda la mejor solución a largo plazo, pero desde luego, es mejor que un solar abandonado hasta que se construya un edificio, quizá veinte años después. 

Sirva como ejemplo mi ciudad. Getafe. Existe un problema gravísimo de aparcamiento en el centro, sin embargo existen solares en los que crecen a partes iguales suciedad y malas hierbas y que se podrían utilizar -por ejemplo- como aparcamientos de superficie, dando incluso una productividad económica y social al pueblo y al propietario del solar. 
¿No será mejor esto que tenerlo vacío  ¿No debería obligarse a darle a esos solares un uso social aunque fuese temporalmente hasta que el propietario decida darle el uso lucrativo previsto?


miércoles, 10 de octubre de 2012

La buena arquitectura

Hace unos días, un amigo me preguntaba sobre un edificio de Madrid, que según las crónicas y críticas arquitectónicas estaba dentro de ese capitulo de lo que uno no debe de perderse cuando visita la ciudad. Mi amigo, neófito en arquitectura, pero experto en ciudadanía, no entendía el por qué. Para él era un edificio bastante vulgar.
Coincide que el edificio en sí, fue objeto de un trabajo durante mi época universitaria, por lo que tenía bastante información acumulada en el disco duro que oculta mi cada vez más canoso pelo. Pero confieso que percibí que mis explicaciones sobre las bondades de la obra no daban fruto germinando en él ni un solo atisbo de admiración por el edificio. Y es que a mí tampoco me convencen.
Eso me devolvió  a una reflexión sobre la buena arquitectura, que bajo mi punto de vista es inevitablemente aquella que no precisa explicarse.
Recorrido interior del Museo Guggenheim de NY. Frank Llloyd Wright.


Para mí, hay un edificio, que cuando se ha visitado, no deja lugar a dudas de por que es bueno, y es el museo Guggenheim de NY, y lo es por que:

-Un museo es básicamente un recorrido interior. El edificio interiormente es una espiral ascendente  que permite recorrer el edificio por un itinerario inevitable desde el que en todo momento se ve el resto del recorrido y por ende del edificio. Genial.
-Su recorrido interior, tiene una proyección en la fachada que permite que el ciudadano que pasea intuya perfectamente como es el edificio por dentro.
-Desde el punto de vista de los materiales y la forma, el edificio es un contrapunto a sus vecinos más cercanos, lo que lo convierte en un hito urbano, hecho que debe de suceder en todo museo.

Y todo eso cuando se ve no precisa explicarse.

Nota del arquitectador: Queda claro que tuve que dar tantas explicaciones de las bondades del edificio sobre el que me preguntaba mi amigo, que la conclusión  por mucho que los críticos digan lo contrario, es solo una: No es buena arquitectura.