lunes, 23 de abril de 2012

ESTRENANDO CASA. O CASI.

Si. Has pagado la entrada. Has convencido al banco y te han dado la hipoteca. Has esperado más allá de lo que el santo Job hubiese osado jamás llegar. Y llega el gran día.
Te dan las llaves y entras en tu casa. Tu vivienda al fin. Tu pareja, con mirada arrobada y los ojos vidriosos, te mira como si fueses superman, mientras metes la llave en esa cerradura.
Entras.
Apartas un cubo de goma viejo con el pie. Se lo habrán dejado olvidado. No importa. Tus pies van dejando la marca sobre el polvo. Cuanto polvo, coño.
Abres esa puerta del salon, que ...bueno, roza un poco, no pasa nada. En cuanto limpies los churretes de los cristales esto se va a ver divino.
Esa cocina, lista para usarse. Bueno no, hay que amueblarla y poner electrodomesticos, pero no pasa nada.
El baño. Ah, el baño, ese lugar donde tan gratos e íntimos momentos pasarás. Ese baño que estrenaras sentandote con cuidado con parsimonia casi ceremonial.
¿Estrenarás?....Infeliz.
Corría el año 1994 aproximadamente cuando un allegado, siendo yo un chaval, me llevó a una obra por primera vez. Erá uno de los técnicos que la dirigían. En mitad del paseo, se acerco a un tabique, aún sin dar de yeso y allí, mientras me contaba a voces el proceso de ejecucion de la obra, orinó contra el tabique, cigarrillo en una mano, organo miccionador en la otra.
Luego decidí, quien sabe por qué, dedicarme a esto.
No voy a contar más anecdotas escatológicas, al menos por hoy, pero que sepas, que apenas nada de lo que crees haber estrenado, era completamente nuevo. No digo más.

Nota  del arquitectador: Limpia cuidadosamente tus sanitarios antes de inaugurar tu nueva choza. Especialmente la bañera. Tu limpia, no pienses. Limpia.



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