martes, 22 de mayo de 2012

Tapajuntas, trasteros y trastoros

Me gustan los edificios que desde fuera indican lo que tienen por dentro.
Me gustan los edificios que no tapan las cosas.
Es característico en nuestras carreteras observar la figura del toro de Osborne, un clásico en nuestra geografía y todo un símbolo, que sin pretenderlo ha impregnado el perfil de nuestros viajes del carácter ibérico.
El toro, sencillo y perfilado es sustentado por una estructura triangulada, que podemos ver sin tapujos, sin ocultarla, sencilla y sólida, tan importante como el mismísimo toro. Sin complejos.

Tenemos -arquitectos y demás fauna de la construcción - la manía en algunas ocasiones de ocultar nuestras vergüenzas.
Oprobios convertidos en tubos, cables, estructuras, juntas...lamentos hechos de dos materiales que no sabemos como unir, como ocultar, como vestir tras un elemento que solo sirve para cubrirnos. El maldito tapajuntas. Ese que convierte la construcción en un permanente trastero donde guardar lo que no queremos ver. Que la maldición de Imhotep caiga sobre él, mil veces.
Como ejemplo de edificios que no tienen pudor yo pondría el Centro Pompidou, con su estructura triangulada y sus instalaciones vistas.
Si, si, ya lo sé. Tiene un aspecto industrial, es como verle las tripas, como vamos a vivir en sitios así...etc,etc.
Centro Pompidou, de Richard Rogers y Renzo Piano

Pero ojo, este edificio no es para vivir, es para colocar un hito urbano, reconocible y con uso expositivo, dentro y desde fuera. Es para el ciudadano, entre a él o lo observe a distancia.

A mi, lo que me gusta realmente es lo franco y sincero que es. Nada que ocultar. Mucho que servir.

Nota del arquitectador: En todo caso, y aunque es muy probable que no estés de acuerdo conmigo, también lo será que habrás estado en bares, restaurantes u otros museos, que tienen en sus techos, las instalaciones de climatización, electricidad, etc,.  debidamente organizadas y ofreciendo incluso un panorama limpio y claro, sin falso techo, sin tapujos. Al más puro estilo Pompidou.
Y, no me lo niegues, te ha gustado.

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